martes, 22 de julio de 2008

ESPAÑA, UNA SOLA NACIÓN DE CIUDADANOS (del periódico "De Verdad)


NOTA: Megáfono Ibérico no se identifica necesariamente con todas las ideas del editorial.



En la Constitución de 1812 están encarnadas la ideas más ilustradas y revolucionarias de la época. La moderna nación española nace convirtiendo a los súbditos en ciudadanos “solidarios, libres e iguales” ante la ley


El proyecto de Estatuto para Cataluña aprobado en el Congreso con los votos de la izquierda “oficial” de Zapatero, Maragall y Llamazares, y de sus socios nacionalistas, puede que sea constitucional; pero no es inofensivo.


Esta es una de esas ocasiones especiales en que las élites políticas, que nos gobiernan en Madrid y en varias de las nacionalidades, pretenden hacer ver a la mayoría de la población que lo negro es blanco.


Quieren que creamos que “no pasa nada” si el preámbulo del Estatut establece que Cataluña es una nación. Todo va a seguir igual, dice Zapatero. Aunque defina “la nación catalana” para diferenciarla del resto de la nación española, contra el sentir general y cuando la inmensa mayoría de los catalanes se siente tan catalán como español.


Que “no pasa nada”, pero se aprueba un régimen económico especial, como diría el ahora dimitido ministro José Bono, para proteger los privilegios de “quienes quieren comer más”, esas castas burocrático-administrativas enganchadas al poder autonómico y esas “oligarquías económicas locales” que utilizan el poder político al servicio de sus privilegios.


“No pasa nada”, pero se aprueba un régimen lingüístico que abre el camino a la imposición de una lengua, en este caso el catalán, sobre otra, el español, en una comunidad que practica con naturalidad el bilingüismo; pero a la que el nacionalismo gobernante, y ahora el tripartito, somete a todo tipo de presiones y medidas represivas para imponer una lengua sobre otra, y que ahora tendrán en el Estatut un instrumento más para hacerlo.


“No pasa nada” si quienes reivindicando la “nación catalana” o “la nación vasca”, o el reconocimiento “nacional” aunque “sólo” sea en el preámbulo, se dirigen a España como “el Estado español”, tratando, en los hechos, no sólo de negar la nación española, sino de identificar ésta con lo más negro y reaccionario.


Quieren hacernos creer que “no pasa nada” aunque se negocie con quienes reclaman que por la desaparición de ETA se pueda pagar con concesiones a quienes levantan proyectos de disolución y separación entre las nacionalidades y el resto de España.


Pero no sólo la realidad histórica está muy por encima de ellos, también la conciencia colectiva del pueblo de las nacionalidades y regiones de España forjada a lo largo de siglos de historia común. Sobre todo en los dos últimos siglos.


España se conforma como una moderna nación de ciudadanos en la Constitución revolucionaria de las Costes de Cádiz de 1812, que une al conjunto del país, desde los Pirineos hasta Tarifa, como un solo hombre y una sola mujer, bajo la bandera de la libertad y la independencia, tanto contra el absolutismo feudal como contra el imperialismo napoleónico invasor.


En la Constitución liberal de Cádiz están encarnadas la ideas más progresistas, ilustradas y revolucionarias de la época. La moderna nación española nace transformando las viejas relaciones de sumisión feudal, convierte a los súbditos en ciudadanos “solidarios, libres e iguales” ante la ley.


Unidad y solidaridad, libertad e independencia pasan a formar parte del ADN del pueblo y la nación española que reaparecerán cada vez que, sometido a condiciones límite, el pueblo de las nacionalidades y regiones de España vuelve a salir por millones a la calle, para luchar contra el fascismo y el nazismo, contra el franquismo para traer la democracia, o como una gigantesca rebelión democrática contra todo tipo de terrorismo, contra el de ETA, plasmado en el levantamiento general contra el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, o contra la masacre de Atocha.


En todas estas batallas, las cuestiones generales de los catalanes, vascos y gallegos, andaluces o castellanos, valencianos o canarios…, se han ligado vitalmente con la cuestión nacional de toda España. Y los intereses nacionales específicos, la pequeña patria de los catalanes, vacos, gallegos, andaluces…, se ha convertido en parte inseparable de los intereses generales de la gran patria del pueblo de las nacionalidades y regiones de España.


Esa es la “nación española de ciudadanos” defendida por las clases populares y por lo más avanzado del pensamiento intelectual y político español, desde Galdós, Joaquín Costa, Giner de los Ríos, Valle Inclán, Unamuno, Sánchez Albornoz, Severo Ochoa o Machado; a los Lorca, Miguel Hernández, Cernuda, Alberti, Aleixandre, Miró, Picasso; los Castelao, Joan Maragall, Espriu, Celaya o Chillida; pasando por José Díaz, Pasionaria ( NOTA: "Megáfono" no comparte la admiración por estos dos últimos), Durrutti o Indalecio Prieto.


Hoy, una vez más, “España, una sola nación de ciudadanos”, se convierte en la bandera principal ante quienes frente a ciudadanos libres e iguales en derechos, pretenden convertirnos en individuos diferenciados por el origen étnico, territorial o lingüístico. Frente a ciudadanos solidarios dentro de la gran patria que es España, individuos separados por los privilegios de “la patria pequeña”.


Frente a un pueblo plural de catalanes, vascos, andaluces, castellanos, valencianos, extremeños, leoneses…, pero unido, donde se integren en igualdad de derechos los inmigrantes que viven y trabajan en España, un pueblo fragmentado que las potencias hegemonistas dominen mejor.
Levantar la bandera de “España una sola nación de ciudadanos” se convierte en la principal tarea de la izquierda patriótica y democrática de todo el país. Desde aquí llamamos a la preparación de un nuevo manifiesto impulsado por todas las fuerzas políticas y sociales patrióticas y democráticas, y apoyado por personalidades e intelectuales, sindicalistas y organizaciones cívicas, trabajadores o estudiantes…, como una de las primeras iniciativas.

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